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Intersección es una serie constituida por 6 capítulos. Cada lunes se publicará un nuevo capítulo. Si es la primera vez que entras, comienza a leer por el Capítulo 1 - Vivir.

domingo, 22 de julio de 2007

Capítulo 6 – Intersección

Richard Wagner abrió los ojos. Pero esta vez no estaba en la clínica Auberman. En ese lugar solo había oscuridad. La nada. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Hasta que pudo ver una figura.

-¿Quién eres?-

-Me conocen por muchos nombres, sin embargo no es el nombre lo que importa sino la función que ejerzo. Soy el encargado de transportar las almas al cielo o al infierno, dependiendo de la vida terrestre que hayan llevado-

-Entonces estoy muerto-

-¿Cómo iba a ser si no?-

-¿Dónde nos encontramos ahora?-

-En la intersección. Todas las almas pasan por aquí antes de que se les juzgue-

-Estoy listo. Llévame a donde tengas que llevarme-

-Me temo que eso no va a ser posible. Sólo las criaturas de Dios tienen ese derecho-

-¿Acaso yo no lo soy? Soy un ser humano-

-Eso es incorrecto. Eres la copia de un ser humano-

“¿Cómo? No es posible… ¿Soy un clon?”

-¿Y qué destino es el mío?-

-Permanecer en la intersección para toda la eternidad-

“Maldita sea… Quizás debería haber vivido cuando me dieron la oportunidad.”

martes, 17 de julio de 2007

Capítulo 5 – Suicidio

Sobre la mesa del ordenador había unas llaves de un coche. Las cogí y salí por la ventana que daba directamente al aparcamiento. Fui probando las llaves hasta que encajó en uno. Me metí dentro y arranqué. Pero esta vez no cogí por la carretera U-42, sino en la dirección contraria. Realmente no sabía hacia dónde me dirigía. Aunque tenía claro que había que hacer, no encontraba el sitio adecuado. La espera valió la pena. Tras tres cuartos de hora de carretera encontré lo que necesitaba. Aparqué el coche en el andén y me dirigí hacia la casa abandonada que estaba en medio del campo. Cuando llegué descubrí unos folios y con un bolígrafo me dispuse a escribir esta redacción. Espero que alguien la encuentre y conozca por lo que he pasado. Creo que me ha hecho caer en la locura.

21 de Junio de 2007

Richard Wagner soltó el bolígrafo. Junto todos los folios que había escrito y los pisó con una roca para que no se extraviaran. Luego puso un taburete en medio de la casa. Buscó una cuerda que ató al techo. Se deslizó la cuerda por el cuello y le dio una patada al taburete mientras caía con un golpe sordo y se rompía el cuello.

lunes, 9 de julio de 2007

Capítulo 4 – Sucesos extraños

Un nuevo destello de luz hizo que volviese a abrir los ojos. El lugar era inconfundible. Estaba de nuevo en la clínica Auberman. ¿Habría sido todo un sueño? Parecía tan real… La misma enfermera que la vez anterior apareció por la puerta.

“Veo que ha despertado señor Wagner.”

“¿Qué ha pasado?”

“Tuvo un accidente de coche y volvieron a traerlo aquí.”

“Es imposible. No puedo haber sobrevivido a semejante choque sin marca alguna.”

“Todo es posible si se da el tiempo adecuado. Han vuelto a pasar tres años.”

Otros tres años. No podía ser. Parecía una pesadilla de la que nunca despertaba. Pero todo era real. Estaba seguro de ello. Aunque esta vez no me dieron el alta tan rápido. Decían que había unos papeles que no habían conseguido arreglar. Estaba asustado. No podía esperar. Necesitaba saber qué estaba pasando. Así que cuando llegó la noche, me levanté, cogí una de las batas colgadas y me la puse. Empecé a caminar por la clínica casi a ciegas. No era muy grande. La mayoría de las habitaciones en las que entraba eran exactamente iguales que la mía, solo que todas estaban vacías. Pero llegué a una que era diferente. Consistía en una mesa de despacho con un ordenador sobre ella y un tablón de corcho en la parte superior. En él había una noticia, una noticia de tres años atrás.

“GRAVE ACCIDENTE EN LA CARRETERA U-42

Ayer por la mañana hubo un accidente en la que murieron los dos conductores implicados: Marco Ruiz y Richard Wagner…”

Todo el cuerpo me tembló al leer aquello. Creí que caería al suelo pero me mantuve firme. Ahora estaba seguro de que debía huir de ese lugar. Era la hora de correr.

lunes, 2 de julio de 2007

Capítulo 3 - ¿Resucitar?

La proyección de una luz sobre mis ojos hizo que los abriera. Me encontraba tumbado en una cama. La sala en la que estaba era muy blanca. ¿Estaba en un hospital? ¿Pero cómo pude sobrevivir a semejante cuchillada? Me levanté la camisa y comprobé que no tenía una sola marca en el abdomen. Limpio. Ni un pequeño rasguño. Mientras pensaba en eso, una mujer entró en la habitación.

“Me alegro de que haya despertado señor Wagner.”

“¿Dónde me encuentro?”

“En la clínica Auberman, por supuesto.”

“¿Cómo… cómo he llegado hasta aquí?”

“Una ambulancia le trajo con una incisión en el abdomen.”

“¿Y cómo es que no me ha quedado ninguna marca?”

“El tiempo lo cura todo.”

“¿El tiempo? ¿Cuánto tiempo ha pasado?”

“Tres años. Ha estado en coma tres años.”

Tres años… Tres largos años perdidos. Después de aquello me dieron el alta y pude salir de allí. Me habían alquilado un coche para la ocasión. Estaba muy mareado. Seguía sin saber cómo había sobrevivido. Estaba conduciendo por la carretera U-42, cuando me cercioré de que otro coche me estaba siguiendo. Me puse muy nervioso. Comencé a acelerar. Doblé en el siguiente cruce, pero el otro coche me imitó. Doblé otra curva mirando hacia atrás. No me di cuenta de que era dirección prohibida. Un camión de carga se dirigía a gran velocidad hacía mí. Una gran bocina desagradable inundó el ambiente. Pero no tenía salida. Iba a estrellarme. El coche que llevaba se chocó de llenó con el camión. Sentí como mi cuerpo se abría completamente mientras cruzaba volando por el cristal delantero. Éste sí era mi fin. El fin que debería haber tenido tres años atrás.

lunes, 25 de junio de 2007

Capítulo 2 – Morir

Me levanté con el cuerpo cansado. Cuando vi que podía llegar tarde al trabajo de nuevo, empecé a correr. Cuatro minutos y ya estaba listo para salir. Salí a la calle. Hacía un día espléndido. Iba caminando pensando en las musarañas cuando, de repente, algo llamó mi atención. Estaba pasando por delante de un kiosco. En el escaparate el diario de aquel día anunciaba un espeluznante titular:

“Accidente de tráfico en la carretera U-42”

¿Casualidad? ¡Podría haberme pasado a mí! Tengo que admitir que en ese momento un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral. No sé muy bien por qué empecé a caminar más rápido. Cuando quise darme cuenta, no sabía dónde estaba. Era un callejón sin salida. En ese momento, sentí una presencia tras de mí. Me di la vuelta y observé horrorizado como un hombre con pasamontañas dirigía hacia mí una navaja.

“¡Vamos, dame todo lo que lleves!”

“Lo creas o no, no llevo nada.” Le respondí, aunque realmente no era cierto.

“¿Estás intentando quedarte conmigo? ¿No ves que llevo un arma?”

“Está bien, tú ganas, esto es todo lo que tengo.” Dije mientras le entregaba la cartera.

Cuando se acercó a cogerla, intenté hacerle una llave para desarmarle. Pero fallé. De repente me encontraba con un arma blanca de 10 cm incrustada en mi abdomen. Sentí frío. Mucho frío. Justo antes de desfallecer lo único que vi fue al ladrón huyendo asustado. Éste era el final. Aunque quizás morir no fuese tan malo.

lunes, 18 de junio de 2007

Capítulo 1 – Vivir

Mi nombre es Richard Wagner. Tengo 36 años. Trabajo en la universidad de Westminter como profesor de filosofía. Y ésta es mi historia.

Llegaba tarde. Por enésima vez llegaba tarde a clase. Menos mal que los alumnos aún no se habían marchado y esperaban con impaciencia. Me disculpé y proseguí con el temario. El día se hizo bastante rápido, así que antes de que me diese cuenta estaba en mi casa corrigiendo exámenes. Hasta que sonó el teléfono.

“¿Quién es?”

“¿Richard?, soy yo, Kevin, te llamaba porque he quedado con los colegas para tomar algo. ¿Te apuntas?”

“Lo siento, pero no. Tengo que corregir unos trabajos.”

“¡Venga ya! ¡Siempre dices lo mismo! Bueno, que no se diga que no lo he intentado. Que tengas suerte.”

“Hasta luego.”

Mientras corregía, se me acabó la tinta del rotulador, así que salí a la calle a comprar otro. A la mitad del camino, me di cuenta de que alguien me estaba siguiendo. Inconscientemente me paré y miré directamente hacia atrás. El sujeto comenzó a correr y yo le seguí. Quería saber por qué me espiaba. Tras unos segundos de carrera le perdí la pista, pero dejó un pequeño papel tras de sí, en el que se leía:

“Clínica Auberman, distrito 23.”

Distrito 23… no estaba demasiado lejos. Sólo tenía que coger la carretera U-42 y en 10 minutos habría llegado allí. Así que me fui a coger el coche para resolver el misterio. Pero en la puerta del garaje me encontré a un hombre con la cara cubierta que se dirigió a mí:

“No deberías coger el coche.”

“¿Quién eres? ¿Por qué iba a hacerte caso?”

“Porque tu vida depende de ello.”

No tenía ganas de discutir, parecía que estaba medio loco, así que me fui para casa. Seguramente al día siguiente tendría el camino libre para ir a averiguar qué pasaba. Además ya se estaba haciendo tarde. Así que me acosté en mi cama.