Richard Wagner abrió los ojos. Pero esta vez no estaba en la clínica Auberman. En ese lugar solo había oscuridad. La nada. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Hasta que pudo ver una figura.
-¿Quién eres?-
-Me conocen por muchos nombres, sin embargo no es el nombre lo que importa sino la función que ejerzo. Soy el encargado de transportar las almas al cielo o al infierno, dependiendo de la vida terrestre que hayan llevado-
-Entonces estoy muerto-
-¿Cómo iba a ser si no?-
-¿Dónde nos encontramos ahora?-
-En la intersección. Todas las almas pasan por aquí antes de que se les juzgue-
-Estoy listo. Llévame a donde tengas que llevarme-
-Me temo que eso no va a ser posible. Sólo las criaturas de Dios tienen ese derecho-
-¿Acaso yo no lo soy? Soy un ser humano-
-Eso es incorrecto. Eres la copia de un ser humano-
“¿Cómo? No es posible… ¿Soy un clon?”
-¿Y qué destino es el mío?-
-Permanecer en la intersección para toda la eternidad-
“Maldita sea… Quizás debería haber vivido cuando me dieron la oportunidad.”